La mujer y la luna

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Mucho hemos leído sobre la luna durante nuestra vida. La reina de la noche ha sido testigo de anhelos, guardiana de sueños y compañera fiel de nuestros romances. Cientos de leyendas y decenas de nombres mitológicos la respaldan.

Como mujeres, nuestra conexión con la luna va más allá de lo visible. La energía YIN que representa lo femenino habita en cada una de nosotras y en nuestra amada compañera. Es ella quien nos despierta e intensifica la esencia mística, psíquica y espiritual en cada uno de sus ciclos.

Con los años la desinformación, la ignorancia y hasta cierto punto la intolerancia han logrado desconectarnos de nuestra naturaleza mágica, y así se ha sumergido en el olvido una tradición sana en la que éramos más humanas y reales. Esta pérdida nos ha traído como consecuencia la enfermedad, debido a la contradicción de nuestra conciencia interna y ademas nos ha llevado a aceptar el patriarcado en la sociedad, provocando este en muchas ocasiones la humillación de nuestro género.

Al olvidar muchos de los conocimientos que nos legaron nuestros antepasados y al perder sistemáticamente el amor y el respeto por la naturaleza, nos hemos sumido en una vida materialista llena de inconformismo, donde las máquinas día a día suplantan al hombre y donde la salud dejo de ser la realidad y se convirtió en una conquista.

En las tradiciones antiguas, la diosa, es decir, la parte femenina de la divinidad, estaba representada por la Luna. Su observación llevo a los primeros habitantes a comprender la naturaleza cíclica del universo. Algunas civilizaciones como los Mayas elaboraron su propio calendario donde contaban 13 lunas durante el año.
Los Celtas la relacionaban con la fertilidad, y sus fases: creciente, llena y menguante eran representadas como una trinidad -Doncella, madre y anciana- los tres estadios más importantes de nuestra vida.

La Luna y el periodo menstrual

Etimológicamente «menstruación» y «luna» comparten la misma raíz, «mensis» que en latín significa mes nace del griego «mene» que significa Luna. Increíblemente ambas cursan también un ciclo de aproximadamente 28 días.

En algunas culturas las mujeres que estaban menstruando eran tratadas de manera especial debido a la naturaleza sagrada de la sangre y el valor energético de la misma. La mujer se encontraba en el nivel más alto de su poder espiritual y por lo mismo era un tiempo de retirada. Un momento en que las tribus realizaban rituales buscando la sabiduría interior y celebrando la fertilidad. Es interesante saber que la palabra «ritual» viene del Sánscrito “rtu” que se traduce «menstruo».

Lamentablemente cuando la Iglesia alcanzo su plenitud esta conexión con lo invisible fue «demonizada». El cuerpo femenino dejo se ser visto como un templo y se promulgo que nuestro sangrado era símbolo de maldición e impureza. Fue entonces cuando comenzamos a ver ese periodo con dolor, iniciando así una relación de miedo y culpa con nosotras mismas.

Hoy en día una nueva conciencia está surgiendo. Un re-descubrimiento de nuestra verdadera esencia brota desde lo más profundo. Estamos aprendiendo a amarnos y estrechar lazos con la parte divina que habita en nosotros. Estamos reconectandonos con la feminidad, con el agua y con la madre tierra. Como mujeres, es menester conocer, entender y vivir nuestros procesos como la luna, que cada noche baila una danza mística sobre el horizonte y nos enseña como podemos nacer, morir y resurgir cada mes.

Bendiciones,

Adaísa🌿

Colaboración para la revista Bien-Etrê 2013
Ilustración: Emely Balivet

Un comentario en “La mujer y la luna

  1. Adelaida Garcia dijo:

    Hola! Muchas gracias por compartirnos las palabras, aprendí cosas muy importantes, sin embargo, me parece necesario mencionar que en el cuarto párrafo se hace uso de la palabra «hombre» como sinónimo de humanidad, y la verdad no sé si haga parte de una reflexión desde la crítica al sistema patriarcal o no, pero considero que es conveniente comprender que este uso es necesario cuestionarlo, porque desde la palabra creamos nuestros universos, así que al plantear «hombre» como sinónimo de humanidad seguimos ampliando la herida de la invisibilización a la que nos hemos sometido socialmente como mujeres.

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